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OTOÑADA 2014  
       OTOÑADA 2015        


   Suelo decir que en la naturaleza no existen las matemáticas, que ella misma nos ofrece una cierta amplitud con unos márgenes por arriba y por abajo en la que los humanos debemos permanecer atentos para interpretar correctamente y no actuar nunca con rigurosidad cartesiana en la interpretación ya que esto nos alejará de la propia naturaleza.

 

 

   La naturaleza es un medio vivo en constante movimiento fruto de su meteorología, orografía y características del suelo. Como  constante es tambien la evolución de nuestras observaciones y conclusiones, ya que la sabiduría acumulada según vayamos aprendiendo de aquella será igualmente un proceso vivo en constante movimiento. Quiero decir con esto que seguramente planteamientos de los cuales ahora estoy convencido evolucionarán con el paso del tiempo. Crecemos con ello.

   Huyamos de la gélida estadística, de los datos fríos sin más. Alejémonos de la interpretación matemática de una serie meteorológica. Les aseguro que no sirve para nada y que nos conducirá a conclusiones falsas. Por el contrario, intentemos conectarnos de una forma vital con la esencia del medio natural, metámonos en su interior y compartamos con la naturaleza el paso de las estaciones y, a ser posible, en el día a día. ( ¿ de qué nos sirve analizar un año, por ejemplo, que hayan caido 800mm si no reparamos en qué meses han caido, la forma en que ha precipitado, nieve, lluvia, granizo, intensidad; como vino la meteorología después de las lluvias y un sin fin de planteamientos a tener en cuenta?)

  Nada como la demostración de los siguientes ejemplos:

  En el verano de 2009 se produjo un importante y llamativo episodio de muerte  de encinas por ¿sequía? en amplios territorios del suroeste de la Comunidad de Madrid desde la zona que va de Hoyo de Manzanares a Cenicientos. Amplias extensiones de bosques y dehesas de encina se vieron muy afectados. La primera intención por parte del investigador es acudir a los datos meteorológicos; la segunda es directamente relacionarlo con la enfermedad denominada "la seca de la encina", muy presente en el suroeste peninsular especialmente en Extremadura. Resultó tan tentador como poco riguroso el achacar este fenómeno a la "seca de la encina", que como todos ustedes saben no dejar de ser un conjunto de circunstancias en la que un hongo es el principal agente destructor. No dejaba de ser contradictorio que precisamente en un año seco achacáramos una actividad fundamental a un hongo cuando su optimo lo encuentra con calor y humedad.

   No fue un verano húmedo,(lo normal en la zona mediterránea) logicamente, pero en dos vertientes:

   La primera en cuanto a precipitación el año venía con un cierto deficit, pero no fue un registro record de minimos de precipitación ni mucho menos. ¿Cómo fue posible un fenómeno tan drástico si en otros años de menor precipitación no ocurrió?..¿cual fue el elemento diferenciador que se produjo?. Si, recurramos a los datos, pero interpretemoslos más allá de las matemáticas. La encina bebe de sus raices pero tambien del sistema de estomas de sus hojas que atrapan la humedad atmosférica. Y aquí encontramos la diferencia clave. Ese verano las humedades relativas del aire se desplomaron como nunca llegando varias veces durante los meses estivales a cotas inferiores al 5% de humedad relativa. De dieron unas humedades bajísimas pero, a la vez, excepcionalmente repetitivas. Aún así, esto pudiera no parecer suficiente porque nos queda la observación directa del día a día sobre el terreno. Las encinas más dañadas coincidieron con terrenos de suelos muy poco profundos, ya que en las dehesas de suelo más profundo no se produjeron los mismos daños como en aquellas. No afectó a la encina de lugares con suelo profundo a pesar de padecer el mismo rigor meteorológico. 

   En Cenicientos, por ejemplo, se comenzó a observar el fenómeno en la cima de los pequeños cerros de los valles, dado que estas cimas se encontraban con menos suelo que las partes bajas. A continuación se vieron afectadas las partes bajas de los citados cerros. Y como una norma del gradiente vertical de que la temperatura disminuye hacia las alturas (con aumento de la humedad); con el paso de las semanas se comenzó a ver en las montañas de abajo hacia arriba progresivamente. Ahora si, ahora ya podemos conjugar los datos con la observación del día a día y establecer una relación. Gracias a estos detalles que se aportaron a los especialistas de la Comunidad de Madrid, ellos también llegaron a la misma conclusión. Un claro ejemplo de que debemos huir de los datos fríos sin más.

   A finales del invierno de 2003 se produjo, igualmente en la zona suroeste de la Comunidad de Madrid, un fenómeno por el que aparecieron amplias zonas de pinar de pino piñonero y resinero (pinea y pinaster) con una parte importante de sus copas desecadas y muertas. En un principio se pensó en la posibilidad de que los estuviera afectando una enfermedad en forma de plaga: hongos, perforadores etc. La meteorología de la zona había sido previamente un tanto severa, con episodios de bajas temperaturas, pero en ningún caso de records de frío. ¿Qué ocurrió entonces sin en la zona o zonas próximas de fuertes inversiones térmicas invernales se alcanzan  temperaturas nocturnas muy inferiores? ¿podría achacarse a la meteorología?

   Ciertamente, en la zona se dan episodios meteorológicos invernales de fuertes inversiones térmicas invernales con temperaturas de -5; -6; - 7ºC y más bajas aún. La teoría dice que los pinea, por ejemplo, no aguantan largos periodos de helada y en las condiciones que cito se ven sometidos año tras año sin afectar a los árboles. Y claro, aquí entra el factor interpretación, observación y estudio de los datos, que una vez más, no conviene analizar sin más.

    La respuesta es muy sencilla. No es lo mismo una helada por irradiación nocturna invernal, en la que la bajada de la temperatura brusca por inversión lleva consigo un punto de rocío fácilmente alcanzable, produciendo la escarcha que es la auténtica protectora de nuestras acículas. Por esta razón no se hielan los pinos de Pelayos de la Presa, muy dado este lugar a fortísimas heladas. Ya tenemos la respuesta: de la observación directa diaria y de la recopilación de mapas meteorológicas de ese invierno, se deduce que se alcanzaron temperaturas de -5ºC pero no por irradiación, sino por una entrada de aire frío siberiano que es una de las masas de aire más secas que se adentran en la Penínsucla Ibérica. Heladas por advección o lo que los paisanos llamana "heladas negras". Al no existir escarcha, la planta queda expuesta a los efectos de las bajas temperaturas. Y ahí estuvo la respuesta de por qué se dañaron las aciculas de los pinos. Más dañados los pinea que los pinaster.

 

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Peñas de Cenicientos al fondo

 

 

 

 

 

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